A veces, cuando descubro que no he escrito una sola frase después de haber borroneado páginas enteras, me desplomo en mi sillón y allí me quedo, mareado, hundido en un pantano de desesperación, odiándome y culpándome por este orgullo demente que me hace encapricharme por una quimera. Un cuarto de hora después todo ha cambiado; el corazón me da saltos de alegría.
El colmo de la locura es proponerse destruir las pasiones. Un devoto se atormenta como un demente para no desear nada, no amar nada, no sentir nada y, si lo logra, se vuelve un verdadero monstruo.