Un buen cuento alcanza a ser comprendido por todos. Se lo puede contar una y otra vez. Porque renace cada vez que se lo vuelve a contar o que se lo relee, tanto en voz alta como para uno mismo.
¡Cuán poco tiempo he vivido! Mi nacimiento es tan reciente que no hay unidad de medida para contar mi edad. ¡Si acabo de nacer! ¡Si aún no he vivido todavía! Señores; soy tan pequeñito, que el día apenas cabe en mí.
La combinación de movimientos generó la destreza y tal vez la astucia. La astucia lo hizo cazador. Ahí nació el artista. Cada animal que el hombre cazaba era una puesta en escena distinta. Cazar era relacionar distancias, olores, vientos, audacias, prudencias, velocidades y quietudes. Cazar era una obra de arte que jamás se repetía. Por siglos y siglos el hombre fue artista y no pensador.
Incluso en la escuela secundaria me sentí muy interesado en la historia, en el por qué la gente hace las cosas que hacen. Como un niño he pasado mucho tiempo tratando de relacionar el pasado con el presente.
Algunas cosas no se pueden describir con palabras. La literatura tiene muchos límites. A través de la ficción se puede vivir hasta cierto punto, pero hay muchas cosas que los libros no pueden explicar, esa es la razón por la que se han escrito libros tan malos sobre el amor.
Uso el pasado para describir el presente. En mis historias, los lectores pueden encontrarse a sí mismos y a nuestra sociedad.