La vida es una tragedia a la que asistimos como espectadores un rato, y luego desempeñamos nuestro papel en ella.
Con Cromañón no se aprendió nada. Estas cosas se aprenden desde el colegio (la escuela). La tragedia está latente: en un subte de Buenos Aires, en una cancha de fútbol. Hay exceso de público en los espectáculos y una pérdida de valores muy importante que producen este tipo de accidentes.
Por eso yo, ante ese drama de ser hombre del mundo, de ser hombre de América, de ser hombre Argentino, me he impuesto a la tarea de amar todo lo que nace del pueblo, de amar todo lo que llega al pueblo, de amar todo lo que escucha el pueblo.
El drama no es elegir entre el bien y el mal, sino entre el bien y el bien