Todo está bien, ya soy un poco dios en esta soledad, con este orgullo que ha tendido a las horas una ballesta de palabra.
La mujer es, reconozcámoslo, un animal inepto y estúpido aunque agradable y gracioso.
Casos como éstos, en los que la muchedumbre derrocha perversión y demencia, no abundan, y tal vez por eso me apasioné en el grado en que lo hice al margen de mi rechazo en tanto que hombre como novelista, como dramaturgo, trastornado de entusiasmo ante un caso de belleza tan atroz.
En la ternura de la serpiente nadie cree. Nadie no es trastornado por la sangre incolora de las flores.