Entonces tiene lugar la expulsión de la bestia triunfante, es decir, de los vicios que predominan y suelen conculcar la parte divina; se purifica el ánimo de errores y se le adorna con virtudes, por amor de la belleza que se ve en la bondad y justicia natural, por deseo del placer que deriva de los frutos de ésta y por odio y temor a la fealdad y displacer contrarios.
La guerra, con su luz de fusilería, nos ha abierto los ojos a todos: la idea de turno o juego político ha sido sustituida para siempre por la idea de exterminio o expulsión
Deja de vigilar a tu alma; ¡mírala cómo sale de estampida al cielo!... Al menor descuido, envuelta en llamas, se suelta y se va hacia otros mundos. ¿De dónde vendrá esa súbita llamarada que la arroja al destierro en parajes celestiales mientras tú te quedas aquí, como victima junto a un cuerpo abandonado?
Aunque perdí la fe durante el destierro no he dejado de sorprenderme a cada paso, con la más mínima señal de vida.
Siempre intenté caminar por un camino que nunca antes hubiera sido recorrido, tocar lo jamás tocado. Me marché del país del conformismo hacia el país del individualismo. Me marché de un país que condenaba al ostracismo a los inconformistas a uno más tolerante y más hipócrita. Dejé el Líbano y me fui a Estados Unidos.
Quisiera sufrir todas las humillaciones, todas las torturas, el ostracismo absoluto y hasta la muerte, para impedir la violencia
Entre las diversas maneras de matar la libertad, no hay ninguna más homicida para la república que la impunidad del crimen o la proscripción de la virtud