Aún hoy, en medio del fracaso más estrepitoso del que se tenga memoria, los responsables directos de ese fracaso, acá en 2001 y hoy en Europa, pretenden seguir dándole al mundo la misma medicina que nos dieron a nosotros
Si el paraíso terrenal fuera así igualmente ilegible el infierno sería preferible al ruidoso país que nunca rompe su silencio.
Es adagio que río que crece de súbito, crece con aguas turbias. Y el torrente estruendoso deslumbra, se despeña, salta, devasta, más no hace buenas las tierras comarcanas, como el agua serena del arroyo. El azar, como Saturno, devora a sus hijos. Los hijos de Ceres y de Jano, de la agricultura y la paz, duran más que los hijos de Saturno.
Una gran revolución no es más que un crimen estruendoso que destruye a otro crimen.
Hay a nuestro alrededor emociones muy bellas y en el arte, donde están las más intensas, no acepto la mediocridad. Hay arte, no arte decorativo. El arte es algo riguroso, el arte decorativo no lo es, es superficial, alborotador
Los dogmas del pasado sereno no concuerdan con el tumultuoso presente.
Los dogmas del quieto pasado no concuerdan con el tumultuoso presente.
Nada más vergonzoso para nosotros que el hecho de que los ladrones y maleantes tengan entre si una convivencia más amistosa que los intelectuales.
Más vergonzoso es desconfiar de nuestros amigos que ser engañados por ellos.
Otras formas de vida, además de la nuestra, merecen nuestra consideración. El hombre debería ser agricultor, no explotador. Este planeta no está destinado exclusivamente a nuestro porvecho. El destruir todas las formas de vida que no tienen para nosotros utilidad ostensible y directa es inmoral y, en definitiva, es muy posible que contribuya a nuestra propia destrucción.
Es inmoral sentirse mal por haber querido tanto.
Es inaudito cuánto puede conseguirse con la ayuda del tiempo, cuando se tiene paciencia para esperarlo y no apresurarse.