En el tiempo real, en la historia, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas opta por una y pierde las otras; no así en el ambiguo tiempo del arte, que se parece al de la esperanza y al del olvido.
Me han enseñado a creer que el Dios de los cristianos no era este servidor cobarde y ambiguo de la gente, sino el creador y defensor sin piedad de la verdad. Se conoce que esto me ha echado a perder. ¡Siempre he tomado a mis maestros tan en serio!
El arte es la expresión de uno mismo. ¡Cuanto más complicado y restrictivo es un método, menos oportunidad para la expresión del sentido original propio de libertad!
Lo complicado no es escribir poesía, sino que se lea.
Es una intrigante paradoja que el capitalismo fuera salvado gracias a transformaciones que se identificaron con el socialismo.
La prosa -puede especularse- es discurso; la poesía elipsis. La prosa se habla en voz alta; la poesía se escucha a hurtadillas. La primera es presumiblemente articulada y social, un idioma compartido, la voz de la comunicación; la otra es privada, alusiva, inquietante, tímida, idiosincrásica como la delicada tela de una araña, una especie de hechizo insondable para las mentes comunes.
En aikido no hay formas ni modelos. Los movimientos naturales son los movimientos del aikido. Su profundidad es insondable e inagotable.
Los demás siempre nos parecen más felices que nosotros, y sin embargo lo extraño es que el hombre que cambiaría con gusto su posición no consentiría casi nunca en cambiar su persona. Acaso quisiera rejuvenecer un poco, pero no demasiado todavía, y andar bien si es cojo; pero se conservaría el conjunto de su persona, en la que encuentra mil atractivos y no sé qué encanto.
Considera por qué estaban aplaudiendo —dijo él después a uno de sus asistentes—. El mensaje que pronuncié hoy fue un mensaje de muerte para nuestros jóvenes. ¡Qué extraño parece que aplaudan por eso!