La carne es extremadamente débil, y no tanto por su culpa, pues el espíritu, cuyo deber, en un principio, sería levantar una barrera contra todas las tentaciones, es siempre el primero en ceder, en izar la bandera blanca de la rendición.
Yo me considero, sí, la solución del PSOE, la persona que tiene que abanderar el cambio en su nueva etapa. No soy hipócrita y ¡claro que tengo un alto concepto de mí misma! Por eso creo que puedo ser una buena secretaria general del PSOE
Sus voces hacen tremolar el viento y sus conciencias trepidar la tierra. Doblegan bosques enteros y aplastan ciudades, pero jamás bosque o ciudad alguna ha visto la mano destructora.
No hacen falta alas para ser más bellos, basta el buen sentido del amor inmenso, no hacen falta alas para alzar el vuelo
El aullido de los lobos nos llegó desde cerca. Fue casi como si los aullidos brotaran al alzar él su mano, semejante a cómo surge la música de una gran orquesta al levantarse la batuta del conductor.
Hoy mi deber era cantarle a la patria, alzar la bandera, sumarme a la plaza
Estoy de rodillas y con las manos apoyadas en el suelo en la entrada del despacho del señor Grey, y unas manos amables me rodean para ayudarme a levantarme. Estoy muerta de vergüenza, ¡Qué torpe! Tengo que armarme de valor para alzar la vista. Madre mía, qué joven es.
Yo me considero, sí, la solución del PSOE, la persona que tiene que abanderar el cambio en su nueva etapa. No soy hipócrita y ¡claro que tengo un alto concepto de mí misma! Por eso creo que puedo ser una buena secretaria general del PSOE
A los perros viejos les llega la hora en que al oír el silbido del dueño que parte al amanecer, con el bastón en la mano, ya no pueden abalanzarse tras él.
Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.
Tratarse mal sin enfadarse es una de las mayores delicadezas de la verdadera amistad. Que puede ser superada por otra delicadeza: la de tratarse siempre bien.
La única ternura inalterable es la que siente el perro hacia su amo. Todavía el hijo suele irritarse contra el padre; todavía el padre suele maldecir a su hijo. Sólo el perro sufre una paliza de su amo, y llora de amor por él.
Para lograr el conocimiento del espíritu, es indispensable la pureza de corazón: desechando todo mal pensamiento, manteniendo el ánimo sosegado sin jamás agitarse, ni irritarse por nada.
Lo malo de la pintura abstracta es que hay que molestarse en leer el título de los cuadros.
No vale la pena molestarse en matarse porque uno siempre se mata demasiado tarde.