A veces tenía la sensación de haberse pasado la mayor parte de la vida viajando sin llegar nunca a un sitio que importara. Pero bueno, aquella podía ser una descripción tan buena de la vida como cualquier otra. El único destino real era la muerte, y nuestra vida consistía en encontrar el camino más cómodo y agradable para llegar a ella.
Si somos científicos, intentaremos explicar esa mera descripción arriesgando hipótesis que sean lógicamente consistentes, científicamente fundadas y empíricamente contrastables.
Una serpiente trazó un vértice para el sol -en no holladas playas sacó su lengua y tamborileó. ¿Qué fuente escuche? ¿Qué helados discursos? La memoria, confiada a la página, se había muerto.
Hazme saber, nena, estoy casi anegado, si eres tú el trazo de mi vida.
Eran las cuatro y media de la madrugada. Las estrellas cuchichearon entre sí, detrás de los abanicos, y algo como un enorme chorro de champagne, arrojado por una fuente azul, se dibujó en Oriente. Era el cometa. La luna, esa gran bandeja de plata en donde pone el sol monedas de oro, se escondía, desvelada y pálida, en el Oeste. Los luceros y yo teníamos frío.
Como un calidoscopio de cristales diminutos cambia de dibujo y de color, si al amanecer luce el sol o ha llovido. Y llena mi mundo de flores