En la infancia de una nueva religión, los sabios e instruidos generalmente consideran que el asunto es demasiado poco importante para merecer su atención o mirada. Y cuando, después, de buena gana descubrirían la trampa para desengañar a la multitud engañada, el momento ha pasado y los documentos y testigos que podrían aclarar el asunto han desaparecido irremediablemente.
Torear es desengañar al toro, no engañarlo. Burlarlo, que no es burlarse de él
Aprendí mucho a escuchar lo que el estadio dice. ‘A lo loco se vive mejor’, nace de una parte de la hinchada que privilegia las emociones, y creo que al estadio le molestó ese apoyo, porque lo consideró inmerecido. A veces se silba un cambio, a veces silba a alguien que a criterio de la mayoría ha dejado de merecer ese apoyo. Si ilusionar merece ese reconocimiento, desilusionar merece reprobación. Esto que estoy produciendo desilusiona, y tengo que aceptar la reprobación.
Cuando se está enamorando empieza uno por desilusionarse a sí mismo y acaba por desilusionar a la otra parte interesada.
En otras palabras, una de las principales líneas de fuerza de las antiguas formas de consumo conspicuo consistía en frustrar cualquier intento del populacho por emular a las clases superiores.
El orgullo excesivo es un pecado corriente, pero que un hombre puede, con la misma facilidad, frustrar la voluntad de Dios por una excesiva humildad.
Y esto no es todo, amiga mía: nuestra alma, nuestro espíritu y nuestro cuerpo tienen exigencias generalmente contradictorias; creo difícil unir satisfacciones tan diversas sin envilecer a unas y sin desanimar otras, así que he disociado el amor.