Feliz aquel que ni piensa en el suicidio ni desea la muerte. Feliz aquel en cuyo corazón anida la llama del entusiasmo. Y eterno sea quien trabaje o se prepare sinceramente para el trabajo.
Si se continúa amando sinceramente lo que es en verdad digno de amor y no se derrocha el amor en cosas insignificantes y nulas e insípidas, se logrará, poco a poco, más luz y se llegará a ser más fuerte.