Estoy muy contenta de haberlo leído. Me encantó la historia de la monja que comía tan delicadamente con los dedos, que jamás se manchaba de grasa. Nunca he podido presumir de eso, así que empleo un tenedor.
Sus pezones eran pequeños y se veían delicadamente sonrosados en comparación con la amplia expansión de sus senos. Sus pezones eran muy finos. Eran una incongruencia más en el cuerpo de Vida.