En la agreste infancia de la meseta burgalesa pedía a mis buenas niñeras del páramo que me contaran una historia de lobos, y con estas historias me dormía, arrullado por la seguridad de la casa, dulce y confortable
Ahora conozco a Amor, dios terrible, de leona fue el pecho que mamó y en agreste bosque lo crió su madre. Él me quema poco a poco y me hiere hasta la médula de los huesos.
Un terrateniente rico no puede cultivar y mejorar su granja sin extender la comodidad y el bienestar a su alrededor. Los cultivos ricos y abundantes, con una población numerosa y un paisaje rural próspero son las recompensas por sus esfuerzos
Los días de mi infancia transcurrieron de asombro en asombro, de revelación en revelación. Nací en un medio rural y crecí frente a un horizonte de balidos y relinchos.
Recuerdo que, a la muerte de Pío XII, nos decíamos: ¿quién podría alcanzar sus cotas de sublimidad y trascendencia? Entonces vino Juan XXIII, un anciano regordete y bajito que al sentarse mostraba los pantalones debajo de las vestiduras sagradas. ¡Y ese hombre rústico nos trajo la renovación de la Iglesia!
Todo mi trabajo es un pulso entre lo lírico y lo cívico.