Un pueblo que pierde la fuerza necesaria para sacudirse el yugo acaba por venerarlo.
Todos consideran su deber como un amo severo, cuyo yugo quisieran sacudir
Cuando en mi devastado país la primavera decida que ya es tiempo de florecer de nuevo, tendrá el abono de la osamenta humana que dispersó en todos lados la danza de la muerte.