El duende de tu son, che bandoneón, se apiada del dolor de los demás, y al estrujar tu fueye dormilón se arrima al corazón que sufre más.
Personalmente, cuando hablo solo con Dios y la Virgen, más que adulto prefiero sentirme niño. La mitra, el solideo, el anillo desaparecen; mando de vacaciones al adulto y también al obispo, para abandonarme a la ternura espontánea que tiene un niño delante de papá y mamá. El rosario, oración simple y fácil, a su vez, me ayuda a ser niño y no me avergüenzo de ello en absoluto
Este deseo sin límites me impulsa, como a un toro con anillo en la nariz y cadena en el anillo...
¡Qué instable es la fortuna en esta vida! Apenas nos muestra un día su rostro favorable para mirarnos con ceño muchos meses.
Tu espejo es un sagaz te sabe poro a poro, te desarruga el ceño te bienquiere te pule las mejillas te despeina los años, o te mira a los ojos te bienquiere te depura los gestos te pone la sonrisa te transmite confianza te bienquiere, hasta que sin aviso sin pensarlo dos veces se descuelga del clavote destroza
El puente colgante en lo alto y en todas direcciones balancea la lluvia fresca.