La escritura permitió registrar los acuerdos, las órdenes y las leyes. Permitió que los estados alcanzaran mayores dimensiones que las ciudades. Hizo posible cobrar conciencia de la continuidad histórica. Con ella, los mandamientos del sacerdote o del rey y la impronta de su sello podían llegar más lejos que sus ojos, y su voz, sobrevivir a su muerte (1922).
Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos; y, sin embargo, sus mandamientos no son gravosos.
Me gusta el ballet. Es teatro (...) Hice una especie de ballet simulado y sabía que por entonces introducir una pizca de ballet en el rock'n'roll era algo intolerable. (...) Pero pensé: 'Cantaré mis canciones con un tutú puesto, no me importa'; porque, básicamente, era una manera de indignar y escandalizar.
El té carece de la arrogancia del vino, del individualismo consciente del café, de la inocencia sonriente del cacao