La habitual indiferencia de que alardeaban los detectives de homicidios quedaba superada por la emoción del momento. Me sorprendió su apasionamiento. No comprendía exactamente si aquella atrocidad por sí sola había conmovido sus sentimientos o si la naturaleza religiosa del ofensivo objeto contribuía a su reacción.
La pasión ante la malevolencia y la estupidez se apaga.
En realidad no soy tanto un banquero como un estudioso de la malevolencia cósmica.