Ningún ángel visitante, ningún explorador de otro planeta, hubiera podido sospechar que en este orbe suave proliferaban las alimañas, unas bestias incipientemente angélicas que se torturaban a sí mismas y dominaban el mundo.
Llamamos, pues, cielo en un sentido a la entidad del orbe extremo del universo, o al cuerpo natural que se halla en el orbe extremo del universo: solemos, en efecto, llamar cielo a la extremidad del universo y a lo más alto, donde decimos también que reside toda divinidad.