¡Yo soy tu asesino! ¡He sido yo quien ha hecho recaer sobre ti esta hora de infortunio!
Debe señalarse que los principios religiosos sufren una suerte de flujo y reflujo en la mente humana y que los hombres tienen una tendencia natural a elevarse de la idolatría al monoteísmo y a recaer de nuevo del monoteísmo en la idolatría.