Era un gran narrador: empleaba el lenguaje que los niños aman y los sabios emulan; una dicción simple en su fuerza y fuerte en su simplicidad.
Cuanta más poesía leemos, más aborrecible nos resulta cualquier tipo de verborrea, tanto en el discurso político o filosófico, como en los estudios históricos y sociales, o en el arte de la ficción. El buen estilo en prosa es siempre rehén de la precisión, de la rapidez y de la lacónica intensidad de la dicción poética.