Dejaste tu sol en mi destino, tu ardor sin miedo, tu credo de amor y ese afán, ¡ay! ¡Tu afán, por sembrar de esperanza el camino!
Las pequeñas doctrinas humanas, que sólo tienden a enorgullecer y a magnificar a unos pocos, no deberían ser sustituidas por el credo redentor mundial de Cristo.