Hacen una carnicería y lo llaman paz
Si alguien concibe que una carnicería semejante puede servir de soporte a un arte, ya está preparado para admitir que la verdad puede ser extraída mediante la tortura en el sótano de una comisaría; si se admite que la belleza puede surgir de la sangre derramada, aunque ésta se inflija a un animal, es que uno ya tiene justificado en el corazón todo tipo de violencia.
Guerra, asesinato, esclavitud, exterminación y libertinaje, ése ha sido una y otra vez el resultado de llevar la civilización y el santo Evangelio a las islas del mar y a los infieles sin ley.
Los Dioses tienen tendencia a hacer exactamente el mismo tipo de cosas que harían los hombres si pudieran, sobre todo en los asuntos relativos a las ninfas acuáticas, las lluvias de oro y la exterminación de los enemigos.
En los casos de exterminio masivos de personas la población local no profesa un odio sanguinario contra las mujeres, los ancianos y los niños que van a ser aniquilados. Por ese motivo, la campaña para el exterminio masivo de personas exige una preparación especial. En este caso no basta tan sólo con el instinto de conservación: es necesario incitar en la población el odio y la repugnancia.
La guerra es, cada vez en mayor proporción, no una lucha sino un exterminio de la técnica.
Cualquier hecatombe general siempre se reduce a un drama íntimo, de la misma forma que uno puede resbalar en una piel de plátano y morir del batacazo mientras está cayendo la bomba de hidrógeno sobre su cabeza.
Llega la voz de Oriente. Llega el Occidente en habla, llega la hecatombe con la muerte del oro y el encumbramiento del hambre. ¡Llega el fin!
Uno no puede aceptar eso que, el legitimo derecho del estado colombiano de combatir a un terrorista de esta magnitud, se presente como una masacre contra unos arcangeles que estaban dormidos en pijama*
La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran.
Marchemos contra los poderes del cielo y colguemos en el firmamento negras flámulas para anunciar la matanza de los dioses.
Hoy es mejor que mañana pero los muertos son los que se renovarán y nacerán cada día y cuando intenten dormir, los conducirá la matanza de su letargo hacia un sueño sin sueños.
Aquél que desdeñe la caída de la mortalidad infantil y la gradual desaparición de las hambrunas y de las plagas puede arrojar la primera piedra sobre el materialismo de los economistas
No estamos en el mundo ideal en que quisiéramos, donde la mortalidad sería fácil porque también lo sería la cognición. Donde uno pueda hacer el bien sin esfuerzo porque sabrá darse cuenta de lo obvio.
La vida es una bufonada: esa disposición misteriosa de implacable lógica para un objetivo vano. Lo más que se puede esperar de ella es un cierto conocimiento de uno mismo, que llega demasiado tarde, y una cosecha de remordimientos inextinguibles.
Demos lugar al artista juvenil para que intente, se equivoque y vuelva a intentar. Recordemos que en la naturaleza toda pérdida tiene un significado. Lo mismo para nosotros. Bien usado, un fracaso puede ser el abono que nutra en éxito de la siguiente estación creativa. La maduración y la cosecha son procesos a largo plazo y no una receta rápida.
La geometría me sirve como gramática de lenguaje expresivo en la imagen. El esqueleto estructural, la composición y el corte geométrico sirven para dar una llave de lectura a la imagen; si no se hace como los dadaístas, que ponían las palabras en un saco y después las sacaban fuera una por una para componer una poesía.
Yo estableceré aquí una corte donde el arte y la cultura florezca para siempre