Yo quiero corazón, no quiero echar de menos los mares de ilusión, no quiero amarrarme a un puerto, donde ya no estallan huracanes de pasión (Lo diré bajito)
echar de menos es un poco como el hambre. Sólo se pasa cuando se come la presencia. Pero, a veces, el echar de menos es tan profundo que la presencia es poco: se quiere absorber a la otra persona entera. Esa gana de ser el otro para una unificación entera es uno de los sentimientos más urgentes que se tiene en vida.
No es de extrañar que troyanos y griegos empuñen las armas por la princesa Helena, que respira el aire del alto Olimpo. Siéntate, niña querida; esta guerra no es tuya, sino de los Inmortales.
Conocí mi pueblo cuando me fui. Empezás a extrañar las piedritas, los huellones, el barro, el arroyo; y no es nostalgia, es empezar a conocer simplemente las cosas en las que uno no se había fijado antes.