La palabra de la ancianidad es muchas veces oráculo.
Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida.
Al envejecimiento debemos ir poniendo por dentro como el melocotón, aunque por fuera nos vayamos asemejando a una ciruela pasada. Si no ¿de que vale?
¡Levante el dedo el pueblo que no tenga que llorar hasta ahora un cúmulo de adoptados errores, y preocupaciones ciegas, que viven con el resto de sus individuos; y que exentas de la decrepitud de aquéllos, no se satisfacen con acompañar al hombre hasta el sepulcro, sino que retroceden también hasta las generaciones nacientes para causar en ellas igual cúmulo de males!
Si uno ve la presente liberalización como la creciente decrepitud del régimen más que su regeneración, entonces el resultado lógico será su muerte, la cual sería seguida por la anarquía.
La longevidad es la recompensa de la virtud