Al principio era el fuego ascendente que encendía con una chispa las atmósferas, chispa de ojos rojizos, chispa de triplicados ojos, brusca como una flor.
Uno de nuestros entretenimientos favoritos con mi abuelo era interpretar papeles de historias que nos inventábamos entre los dos y donde él era el príncipe azul, ogro, duende o rey.. Pero yo, ineludiblemente, era la princesa.