El viento le sacudía la ropa y tiraba de él hacia el vacío. Pegó la mejilla contra la roca saliente y utilizó las grietas para agarrarse a la pared, luchando por vencer el miedo.
La envidia es acaso el peor de los pecados. El goloso come, el lujurioso verifica el acto venereo, el avaro toma su dinero; en cambio el envidioso se reseca en... Bueno, su envidia.
El caballo cachondo es como un cojo con muleta.
Es curioso que podamos predecir con siglos de antelación el recorrido de las estrellas más lejanas y, en cambio, no seamos capaces de saber cómo soplará mañana el viento en nuestro pequeño planeta.
Realmente los grandes hombres tienen el curioso sentimiento de que la grandeza no está en ellos, sino a través de ellos. Y ven algo divino en cada hombre.