Para poder continuar subsistiendo como un parásito dentro de la nación, el judío necesita consagrarse a la tarea de negar su propia naturaleza intima
¿Qué podría ser aquello? ¿Alguna manifestación venérea? ¿Algún resabio atávico? ¿La incubación de algún parásito maligno?... Zimens voló a preguntas, sufrió todos sus exámenes, todas sus prescripciones, para saber, al fin, que las garras implacables de un cáncer le habían cogido por lo más noble del cuerpo y que su mal era irremediable.