¡Libertad para los indios donde quieran que estén en América y en el Mundo, porque mientras vivan vivirá un brillo de esperanza y un pensar original de la vida!
Aunque digan o hagan lo que quieran es preciso que yo sea un hombre de bien; lo mismo que el oro, la esmeralda o la púrpura, digan o hagan lo que quieran los hombres, tendrán su brillo propio
Sólo existe el amor. Las otras cosas nobles apenas sirven para dignificarlo....Algunos hombres jamas lo encuentran. Para otros es apenas una estrella fugaz que ilumina un año, un mes, una semana o un día en sus vidas. Pero ese destello efímero da significado a la existencia toda. Bienaventurado el que puede sentir en su carne y en su espíritu el fuego de esa chispa
El pensamiento es sólo un destello entre dos largas noches, pero ese destello lo es todo
¿No fue tu voz la que habló en mis Diez Mandamientos? ¿Quién temerá el fulgor de tu rayo, ¡Oh Señor!, si el trueno de tu cólera puede ser aplacado por el gorjeo de un pájaro?
La noche anterior, el cuarto había sido tan irreal como un escenario: un espacio de luz y sombras, colores y aromas de un fulgor inverosímil, en el cual nos habían otorgado la licencia de no ser nosotras mismas, o de ser algo más que nosotras mismas, como los actores.
Tu dulzura como acto. O resplandor que ata la memoria, salva de los raspajes de la noche.
Nunca había estado en este lugar: se respira de otra manera, a su lado una estrella fulgura con más resplandor que el sol
La amplitud del cielo, la arquitectura movible de las nubes, las coloraciones cambiantes del mar, el centelleo de los faros, son un prisma maravillosamente apropiado para distraer los ojos, sin cansarlos jamás
¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua
Sólo nos queda mirar la luz de la luciérnaga, ese débil chispazo de la hoguera del verano más breve que la memoria de una ola. Miremos la luz de la luciérnaga. A ella se ha reducido el mundo.
Ciertos escritores se crean noches artificiales para dar un aspecto de profundidad a su superficie y más relumbre a sus luces mortecinas.
La noche anterior, el cuarto había sido tan irreal como un escenario: un espacio de luz y sombras, colores y aromas de un fulgor inverosímil, en el cual nos habían otorgado la licencia de no ser nosotras mismas, o de ser algo más que nosotras mismas, como los actores.
El Amor Materno: No, esta de hecho de besos, de miradas, de caricias. Cada beso que se da añade en él un fulgor de luna o de sol.
¡Una estrella anhelante que se inflama, un resplandor que deja de luz ciego al que intenta mirar!
Cuerpo, compañero, juntos nos moriremos. No puedo no querer la sombra que tenemos, no apresar con ella el resplandor de un verso
La materia regresa a su costumbre. Que del agua un relámpago deslumbre o un sólido de humo tenga en un cielo ilimitado y tenso un instante a los ojos en suspenso, no aplaza su consumo.
La guerra relámpago es el arte de concentrar su potencial en un punto, forzando la ruptura, penetrando por ella y asegurando los flancos para proseguir el avance a velocidad vertiginosa hasta la retaguardia del enemigo, antes de que éste hubiera tenido tiempo para reaccionar
La amplitud del cielo, la arquitectura movible de las nubes, las coloraciones cambiantes del mar, el centelleo de los faros, son un prisma maravillosamente apropiado para distraer los ojos, sin cansarlos jamás
¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua
Sólo nos queda mirar la luz de la luciérnaga, ese débil chispazo de la hoguera del verano más breve que la memoria de una ola. Miremos la luz de la luciérnaga. A ella se ha reducido el mundo.
Ciertos escritores se crean noches artificiales para dar un aspecto de profundidad a su superficie y más relumbre a sus luces mortecinas.