Mi ojo asciende al sexo de la amada: nos miramos, nos decimos palabras oscuras, nos amamos como se aman amapola y memoria, nos dormimos como el vino en los cuencos, como el mar en el rayo sangriento de la luna.
Que la división del trabajo sea llevada al grado supremo, a fin de aficionar cada sexo y cada edad a las funciones más adecuadas.