[Un científico tendrá] Temperamento enérgico dispuesto a resolver un problema; aplicación en las tareas y una fortaleza que lo mantiene erguido ante muchas cosas que podrán haberlo tumbado; y ante todo, perseverancia, un terco rechazo a desistir y a admitir la derrota.
El progreso técnico responde al terco y estúpido deseo de no adquirir nunca baraturas, de no quedar de espaldas al proceso de producción desatado sin importar cuál sea el sentido de lo producido.
Soy un militante incorregible del optimismo. Para no ser un estúpido, el optimista debe saber que el mundo puede ser un sitio muy triste. Sólo un pesimista encuentra cada día lo más nuevo. ¿Puede un hombre sensato darse el lujo de ser pesimista? Eso era un lujo para tiempos menos complicados.
El peronismo no es ni bueno ni es malo, es incorregible
Te regalaría las estrellas, pero te has empecinado en un par de zapatos.
Hasta la guerra, el partido bolchevique perteneció a la socialdemocracia internacional. El 4 de agosto de 1914, el voto de la socialdemocracia alemana en favor de los créditos de guerra puso, de una vez para siempre fin a esta unidad y abrió la era de la lucha incesante e intransigente del bolchevismo contra la socialdemocracia.
Consiente en ceder cuando tengas razón, con tal de que sepas ser intransigente cuando estés equivocado
Dulce es al hombre en su penoso duelo, cuando el tormento pertinaz le aterra, decir burlando a la mezquina tierra: Allí es mi patria, y señalar el cielo.
Pero el fuego de la tierra ha sido creado por Dios para beneficio del hombre, para mantener en él la centella de la vida y para ayudarle en las artes útiles, mientras que el fuego del infierno es de otra calidad y ha sido creado por Dios para torturar y castigar al impenitente pecador.
A la humanidad le espera un infierno. Un infierno de planeta, desértico y sin agua, y atestado de gente. Esa paradoja es desesperante. Ahí se entenderá en toda su magnitud la frase de Sartre sobre que el infierno son los demás
El viejo está empeñado en perseguir a esa ballena blanca, y este diablo trata de enredarle y hacer que le dé a cambio su reloj de plata, o su alma, o algo parecido, y entonces él le entregará a Moby Dick.
Cuando tenía quince años, estaba empeñado en aprender; a los treinta, contaba con una base firme; a los cuarenta, ya no tenía dudas de nada; a los cincuenta, conocía la ley del cielo; a los sesenta, tenía los oídos bien abiertos; a los setenta, era capaz de satisfacer los deseos de mi corazón sin excederme.
Así como la tierna corteza de un árbol sumergida por mucho tiempo en las aguas de cientos de ríos, se petrifica, el corazón humano sumergido en el pesar, al fin se vuelve empedernido