La vulgaridad transforma el amor de la vida en pusilanimidad, la prudencia en cobardía, el orgullo en vanidad, el respeto en servilismo.
Ningún crimen es vulgar, pero toda vulgaridad es un crimen. La vulgaridad es la conducta de los demás.
El buen gusto está en el centro de todo, como la virtud, entre la ordinariez de los plebeyos y la de los escogidos.