Les daremos una actuación demente, les daremos causales de divorcio, les daremos una demostración de fuerza y, por supuesto un tour de force.
Cuando el impulso de jugar repentinamente invade a un adulto, esto no significa recaída en la infancia. Por supuesto jugar siempre supone una liberación. Al jugar los niños, rodeados de un mundo de gigantes, crean uno pequeño que es el adecuado para ellos; en cambio el adulto, rodeado por la amenaza de lo real, le quita horror al mundo haciendo de él una copia reducida.
Es por consiguiente, lo mejor tener el mayor conocimiento posible de los objetos al observarlos, y de nosotros mismo al reflexionar sobre ellos.
Este es un momento duro y difícil: es posible que nos aplasten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor
Un electrón no es más (ni menos) hipotético que una estrella. Hoy en día, contamos los electrones de uno en uno con un contador Geiger, como contamos las estrellas de una en una en una placa fotográfica.
El pretendido hilo de fraternidad que debe unir a los hombres sólo puede ser imaginado por el débil, pues no es natural que el fuerte, que no tiene necesidad de nada, haya podido dar existencia a esta fraternidad.
Se ha pretendido que el mundo esté regido por números; todo lo que yo sé sobre esto es que los números dicen si un país está bien o mal gobernado.
Afronta los hechos: todas estas organizaciones ecologistas tienen ya cuarenta o cincuenta años. Cuentan con grandes edificios, grandes obligaciones, grandes plantillas. Es posible que mantengan sus sueños de juventud, pero la verdad es que ahora forman parte del orden establecido. Y el orden establecido siempre actúa para mantener el actual estado de cosas. Sencillamente es así.
Estoy muy confiado. Haré todo lo posible por imitar a Fernando Alonso y hacer que Renault gané su tercer título mundial. ¡De pilotos y de constructores, obviamente!
Es probable que no estemos obligados a amar la música de Beethoven ni a odiar la Coca-Cola, pero cabe la posibilidad, al menos, de que estemos obligados a desconfiar del Estado.
Es muy probable que los premios literarios hayan sido creados por algún demiurgo sarcástico para subrayar la carcajada con que el tiempo se venga de las certidumbres.