El hombre razonable se adapta al mundo; el irrazonable intenta adaptar el mundo a sí mismo. Así pues, el progreso depende del hombre irrazonable.
Hablamos mucho de la paz, pero ésta sólo puede existir cuando el ambiente es propicio. Debemos crear esta atmósfera y para hacerlo debemos adaptar la actitud correcta. La paz, básicamente, debe nacer en nosotros mismos.