El verdadero hombre es la nación; el individuo es siempre un egoísta. Despojaos, pues, de esa individualidad que os aísla, de ese individualismo que no respira más que desigualdad egoísta y discorde y consagraos enteramente al verdadero hombre, a la nación, al estado.
Un auténtico individualismo requiere de la reencarnación. Si el individuo muere definitivamente, el mundo sigue pero a través de otros, no del mismo individuo. El individualismo necesita de un mismo individuo que reencarne una y otra vez, el mismo, siempre, evolucionando, cada vez más consciente, infinito, divino, siempre eternamente Yo