Conceder la inmortalidad a cada perico de los palotes fue el mayor y más pérfido atentado contra la humanidad noble.
Felicidad, no supe hasta este día que como un abanico entre sus pliegues guarda en sí ese paisaje deseado del aire, tú en ti misma te encerraras, sin que el hombre cansado consiguiera ver llegar a sus sienes la frescura de tu aliento.
Tierna mujercita sumergida en las aguas de mi brazo torrencial beso mucha lluvia en tu sonrisa hay un arco iris tierno y precoz en el abanico de tu pestaña gris.