Salí a la plaza. Podrían decir que nacía por segunda vez. La más pequeña bagatela vivía, y sin prestarme ninguna atención crecía en su importancia de despedida.
No es el alcohol. Por desesperación me echo como una mancha por los suelos oscuros lisos y de noche con arrojo de borracho me absuelvo. La tontería prueba que hay Dios porque infinita y eternamente nueva ella misma se imita.