Necesitaba consolarme. A menudo acudía a unas veladas que tenía lugar en casa de un viejo amigo aun sabiendo que sólo me dejaban las heces de una charla vacía y un regusto amargo.
Dios, ¿qué es toda esa charla difundida por los papas? El paraíso está aquí, mi buen hombre. ¡Dios, no me des otro paraíso!