¿no es evidente que, por trascendentes y creadores que sean, el amor y el celo de Dios no podrían caer más que sobre un corazón humano, es decir, sobre un objeto preparado (lejana o próximamente) por todos los jugos de la Tierra?
La patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. Se la sirve, pero no se la toma para servirse de ella.