Ha llegado la hora de matar al dragón, de acabar para siempre con el monstruo de las fauces terribles y los ojos de fuego. Hay que matar a este dragón ya todos los que a su alrededor se reproducen. Al dragón de la culpa y al dragón del espanto, al del remordimiento estéril, al del odio, al que devora siempre la esperanza, al del miedo, al del frío, al de la angustia.
Esta noche el dragón luciérnaga volverá a atacarnos. Desgraciadamente, estamos ahora muy débiles y nuestro número ha sido diezmado. Nuestras defensas están quemadas o destruidas. El dragón luciérnaga nos matará a todos.