Apoyó la mejilla contra el borde de la bañera y sintió cómo el frío le mordía la piel. Era tan hermosa. Allí, flotando en la superficie del hielo. Los lazos que los unían aún seguían vivos. Nada había cambiado. Nada era diferente. Dos de la misma naturaleza.
El viento le sacudía la ropa y tiraba de él hacia el vacío. Pegó la mejilla contra la roca saliente y utilizó las grietas para agarrarse a la pared, luchando por vencer el miedo.