Sin inscripción alguna.
En una franja que recorría toda la parte superior de la fachada, manchando la piedra en tonos verdes y marrones, había una inscripción en letras de bronce.
El amor a la patria es más patente que la razón misma.
La verdad que más patente surgía ante sus ojos era la de que su vida había sido muy dichosa, de que ella era una persona verdaderamente afortunada. Había disfrutado lo mejor de todo y, en un mundo en que tantos individuos se desenvuelven en circunstancias nada envidiables, constituía una ventaja el no haber padecido nada desagradable.