No soy un político de profesión. Nadie debe serlo, ya que nadie debe hacer prebenda y granjería del noble ejercicio del mandato parlamentario; pero sí soy -y con orgullo lo reconozco- político vocacional. Amo la política porque ella constituye un nobilísimo apostolado que le permite, a quien lo ejerce con decoro y patriotismo, servir a su pueblo y a su patria
Dicen mis amigos que mi corazón es un multifamiliar. Por mi parte, creo que el mandato amaos los unos a los otros no indica limitación numérica de ninguna especie sino que antes bien, abarca a la humanidad entera.
El arte y la ciencia tienen dos atmósferas distintas. En ésta se necesita una mayor dosis de libertad que en aquél. Desde luego, el arte funciona con elementos más fatales y menos libres, las impresiones y las pasiones; y desde que busca a priori un orden y una armonía, va hacia una sujeción. La ciencia no soporta otro yugo que el de la verdad.
El hombre, a menudo, es víctima de sus propios juicios y sus propias pasiones. No siempre clasifica sus deseos según el orden más razonable.
La angustia es la disposición fundamental que nos coloca ante la nada.
Que se ponga a disposición de la Justicia y aclare absolutamente todo
La ley es la prescripción de la razón, ordenada al bien común, dada por aquel que tiene a su cargo el cuidado de la comunidad
Pues una buena doctrina no debe apresarnos, se la puede sugerir, como la prescripción del médico. Pero aquí debemos ser apresados y volteados. (Esto quiere decir que así lo entiendo yo.) Y una vez volteados, debemos permanecer así.
Digo pues que es doctrina muy llana, saludable y cierta que no se pueden poner nuevos pechos sin la voluntad de los que representan al pueblo
Una doctrina sin teoría resulta incompleta; pero una doctrina o una teoría sin las formas de realizarlas, resultan inútiles; de manera que uno no ha cumplido el ciclo real e integral mientras no haya conformado e inculcado una doctrina, enseñado una teoría y establecido las formas de cumplir una y otra.
El que no le gusta la política corre el riesgo de pasar su vida entera siendo mandado por aquel al que le gusta.
Era un barco pequeño más bien y con aspecto descuidado, todo él lleno de dibujos y relieves grotescos, que el capitán Peleg había mandado durante muchos años. Parecía un trofeo ambulante.