No voy a decir que lo repetiría, pero me vino bien. Me movía por inercia, no tuve ni un mes para pararme a reflexionar. Gracias al desafortunado incidente, llegué a mi casa y me planteé muchas cosas de mi vida.
No hay accidente, por desgraciado que sea, del que los hombres hábiles no obtengan provecho.
Afortunado en el juego, desgraciado en amores.
Una de las cosas más tristes es que lo único que un hombre puede hacer durante ocho horas, día tras día, es trabajar. No se puede comer ocho horas, ni beber ocho horas diarias, ni hacer el amor ocho horas... lo único que se puede hacer durante ocho horas es trabajar. Y esa es la razón de que el hombre se haga tan desdichado e infeliz a sí mismo y a todos los demás.
El desdichado no cree a la prosperidad cuando viene.
No hay circunstancia, por infortunado que sea, de la cual una persona inteligente no saque alguna ventaja; y no hay circunstancia, por feliz que sea, que el necio no convierta en una desventaja...
¿Qué hay de más desesperante en la tierra que la imposibilidad en que se halla el hombre feliz de ser infortunado y el hombre bueno, de ser malvado?
Si Kirchner es capaz de salir de esta actitud miserable y entiende que el corte de rutas es legítimo, que presente un proyecto de ley, los legitime, al igual que los escraches, y también a Quebracho y a los piqueteros que trabajan para él
Pedro. ¡Venga, basta de triunfos, gloriosísimo soldado! Prefiero aquellos otros, aunque paganos, por odio a ti, que -aun siendo padre santísimo en Cristo- celebrabas triunfos por tantos mile de cristianos muertos por culpa tuya, fuiste responsable de la destrucción de tantas legiones, mientras ni con la palabra ni con tu vida has ganado para Cristo ni una miserable alma.