Hicimos los Juegos Olímpicos, hicimos aprobar y refrendar el Estatut y ahora iremos a por el alzhéimer, y tengo la certeza de que esta enfermedad será dentro de 10 ó 15 años vencible y vencida.
Nadie puede justificar, por ningún motivo, la matanza indiscriminada de civiles indefensos. Ninguna causa o bandera puede validar el uso del terror asesino en contra de mujeres, hombres y niños.
El juramento de un enamorado no tiene más fuerza que la palabra de un mozo de cervecería. Uno y otro no sirven sino para confirmar o certificar cuentas falsas.
Estoy a favor de legalizar las drogas. Según mi sistema de valores, si la mayoría de la gente quiere matarse a sí mismos, tienen todo el derecho de hacerlo. La mayoría de los problemas que vienen de las drogas son porque éstas son ilegales.
Si soy Presidenta de la República yo siempre recurriré a la palabra oficial; en este caso, esa la tiene la OMS, que es el organismo técnico mundial. Si ese organismo, como hasta hoy, dice que no es abortiva, entonces yo la sigo. La vida comienza en la concepción y, por lo tanto, nosotros no abriremos jamás nada que permita facilitar o legalizar el aborto.
Me pregunto cómo es posible que persistamos en mantener tal abuso: en habilitar al tiempo como depositario de nuestra esperanza cuando es él quien se encarga de defraudarla
Me pregunto cómo es posible que persistamos en mantener tal abuso: en habilitar al tiempo como depositario de nuestra esperanza cuando es él – y solamente él – quien se encarga de defraudarla.
Cuando un juicio no puede enunciarse en términos de bien y de mal se lo expresa en términos de normal y de anormal. Y cuando se trata de justificar esta última distinción, se hacen consideraciones sobre lo que es bueno o nocivo para el individuo. Son expresiones de un dualismo constitutivo de la conciencia occidental.
Creo que uno de los progresos más notorios es que ya no se siente la necesidad compulsiva de argumentar o justificar las cosas. Estamos mucho más dispuestos a admitir que ciertas cosas son instintivas y otras son intelectual.
Por último, no ha sido declarado ni por la Iglesia ni por el Papa mismo que él séa el soberano civil de todos los cristianos del mundo, y, por tanto, los cristianos no están obligados a reconocer su jurisdicción en manera de costumbres.
Mi respeto y mi amor por la verdad me obligan a reconocer que la República española ha sido un fracaso trágico