Julio César y otros emperadores que vinieron después de él obtuvieron ese mismo testimonio, es decir, fueron canonizados como santos.
Si te dignas consolarme, bendito seas; si me quieres ver afligido, seas igualmente bendito sin cesar
Con un poco de paciencia, veremos terminarse el reino de las brujas, sus hechizos se disolverán, y la gente recuperará su verdadera motivación: devolver al gobierno sus verdaderos principios.