Me quedo parada frente a la cómoda, mirándome en el espejo tratando de arreglar mi cabello en una semblanza de estilo; realmente está muy largo. Estoy en mis jeans y una camiseta, y Christian, frescamente bañado, está vestido detrás de mí. Miro su cuerpo hambrienta.
¿De qué tren bala me habla Jaime? ¿Qué? ¿Va a hacer un vagón con pucheros? No podemos arreglar una zorrita y vamos a armar el tren bala.
Con frecuencia una alegría improvisada vale más que una tristeza cuya causa es verdadera. Sepamos, pues, improvisar nuestra alegría.
Decíamos y es verdad, que éramos un pueblo intuitivo que nos gustaba mucho improvisar, pero para improvisar hace falta mucho talento, y ese talento creativo que tiene que anidar en el cine se ha perdido