La armonía total de este mundo está formada por una natural aglomeración de discordancias.
Resuenan voces puras que cantan en tropel: Hosanna en las alturas al Justo de Israel! ¡Pastores, en bandada venid, venid, a ver la anunciada Flor de David!
Yo lo he dicho ya otras veces, soy el pequeño gorrión de una bandada inmensa, a quien Perón, el cóndor que domina las alturas, enseñó a volar cerca del cielo. (27 de octubre de 1951).
Fuente de alegría es la vida. Mas donde la chusma va a beber con los demás, todos los pozos quedan envenenados.
Toda la hueste cristiana está derrotada y Dios desde lo alto ha castigado mi maldecido y odioso perjurio. ¡Oh, justo y terrible castigador de pecados, haz que el deshonor de los dolores que siento en esta mi mortal y harto bien merecida herida, termine mi penitencia con mi repentina muerte! Y haz que esta muerte, siquiera muera yo en pecado, engendre una segunda vida de eterna clemencia.
Casos como éstos, en los que la muchedumbre derrocha perversión y demencia, no abundan, y tal vez por eso me apasioné en el grado en que lo hice al margen de mi rechazo en tanto que hombre como novelista, como dramaturgo, trastornado de entusiasmo ante un caso de belleza tan atroz.
La multitud ha sido en todas las épocas de la historia arrastrada por gestos más que por ideas. La muchedumbre no razona jamás