Quiero comer donde me entre hambre, quiero dormir donde me entre sueño, huyes de mi como de un enjambre y harto que estoy de follarte en sueños.
Tú no recuerdas la casa de los aduaneros sobre el barranco profundo de la escollera: desolada te espera desde la noche en que entró allí el enjambre de tus pensamientos y se detuvo inquieto.
Pero cuando estaba a punto de gritar, el temor desapareció. Lo reemplazó una oleada de ternura, pena y un inesperado deseo.