En su interior había paz; nada bullía ni ejercía presión. En su alma volvía a reinar la acostumbrada noche fría que necesitaba para que su conciencia estuviera clara y tersa y pudiera asomarse hacia fuera: allí olió su perfume.
En realidad, usted quisiera vivir como los demás, ser honrado como los demás, tener un hogar, una mujer, asomarse a la ventana para mirar los transeúntes que pasan, y sin embargo, ya no hay una sola célula de su organismo que no esté impregnada de la fatalidad que encierran esas palabras: tengo que matarlo.
Con la mano vuelta montaña o manto, así debía converger en el estado antiguo de las cosas, por el este debía aparecer la gruta luego el aire hizo ascender la llama hacia su orilla siendo en matices que saltaba el pez venido desde el fondo.
No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así.