Nunca veo salir un barco del canal o volar una gaviota por encima del banco de arena sin desear estar a bordo del barco o tener alas, no como una paloma, para irme volando y descansar, sino como una gaviota, para meterme en el corazón mismo de una tormenta.
Si se ven obligados a actuar en el espíritu de esa dignidad, en el momento en el que vengan a la corte a juzgar las causas públicas, deben recordar que con el báculo y el cargo cada uno de ustedes recibe la confianza del ancestral orgullo de Atenas.
No voy a estar en el cargo a cualquier precio. Aceptaré lo que me diga la mayoría de un partido democrático como el nuestro, pero si estoy en minoría no me pidáis que tire del carro de la mayoría, ya que no sabría hacerlo y lo haría mal.
Un catedrático debería ofrecer a su auditorio la indiscutible impresión de que ha puesto en juego todas sus energías para procurarle enseñanzas y gozo.
No faltaba, además, la causa habitual, que siempre suele encender sin cesar el odio, a saber, su reciprocidad, puesto que las otras naciones no pudieron menos de corresponderles con el odio más terrible.
Mantengo mi posición, en especial porque día a día se viene acrecentando el temor que invade a muchos de nosotros al no saber quién se sienta en la curul de al lado.